Hay que saber que no existe pais sobre la tierra donde el amor no haya convertido a los amantes en poetas.

miércoles, 2 de junio de 2010

Poema de las cosas

Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se ven...

Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se estan yendo siempre, pero que no se van...

O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...

Por más que tu prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...

Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.

"Blue bird" de Michael Whelan

domingo, 30 de mayo de 2010

Nocturno VIII

Aquí, solo en la noche, ya es posible la muerte.
Morir es poca cosa si tu amor está lejos.
Puedo cerrar los ojos y apagar las estrellas.
Puedo cerrar los ojos y pensar que ya he muerto.
Puedo matar tu nombre pensando que no existes.
Ahora, solo en la noche, sé que todo lo puedo.
Puedo extender los brazos y morir en la sombra,
y sentir el tamaño del mundo en mi silencio.
Puedo cruzar los brazos mirándote desnuda,
y navegar por ríos que nacen en tu sueño.
Sé que todo lo puedo porque la noche es mía,
la gran noche que tiembla de un extraño deseo.
Sé que todo lo puedo, porque puedo olvidarte:
Sí. En esta sombra, solo, sé que todo lo puedo.
Y ya ves: me contento con cerrar bien los ojos
y apagar las estrellas y pensar que me he muerto.

"Hope" de Michael Whelan

sábado, 15 de mayo de 2010

Brindis

He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.

Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
me rozarán los labios, como labios de amante;
y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
serán como fantasmas de besos en el vino.

Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
si éste, que es como un alba, o aquel, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor

embriagarse de vino que embriagarse de amor...
Y así mientras tú bebes, sonriéndome- así,
yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de tí...

"Prudence" de Michael Whelan

martes, 11 de mayo de 2010

La Copa de Diamante

Tal vez por un capricho más triste que galante
cuente un día una historia que casi no es de amor.
Tal vez estés ausente, o acaso estés delante,
pero si estás delante lo contaré mejor.

Diré que hubo una copa tallada de diamante,
una flor sin rocío y un blanco surtidor.
Pero aunque se moría de sed un caminante
le negaron el agua para regar la flor.

Como ves es una historia que puede no ser mía,
pues habla de un suceso que ocurre cada día;
burlar a un vagabundo, negar una merced.

Pero al fin de este cuento vulgar y cotidiano,
tú sentirás la copa de diamante en tu mano,
y yo estaré de nuevo muriéndome de sed.

Jose Angel Buesa

miércoles, 7 de abril de 2010

Un consejo

Te voy a dar un consejo,
Que aprendí para mi daño:
Un día que me hice viejo
A causa de un desengaño
Si quieres a una mujer,
Quierela de tal manera
Que la dejes de querer,
Antes de que ella no te quiera.

Porque en esto de amar
Sucede lo que al reñir,
Es necesario matar o
Es necesario morir...

El que no es tonto prefiere
Siempre que de esto se trata,
Al golpe de que se muere
El golpe con se mata;
Porque al que mata,
Lo encierran, pero lo indultan despues
Al que muere, ya ves
Al que se muere lo entierran.

Aqui tienes un consejo
Que aprendi para mi daño,
Un dia que me hice viejo
A causa de un desengaño...

Joaquin Dicenta

lunes, 29 de marzo de 2010

Perdoname

Poema para pedir perdón a un Hombre o Mujer
 
Perdóname… si he ofendido tu corazón;
por no ser como realmente quieres y deseas que fuera.
Perdóname… por todos los sufrimientos que te he causado;
por las decepciones que te he causado en la vida.
Perdóname… por pretender que me ames tanto
y más de lo que yo a ti.
Perdóname… por querer que me perdones;
por brindarte tantas desdichas en la vida.
Perdóname… por todas las tormentas que te he causado,
y todas las angustias.
Perdóname… por todas tus desilusiones;
por quererte tanto.
Perdóname… por pretender tenerte para mí;
por este egoísmo.
Perdóname… por todas las penurias que has pasado conmigo;
por querer cambiar para ti y en el intento fallarte.
Perdóname…por insistir tanto por tu amor,
por mi desesperación.
Perdóname… por quererte brindar lo mejor de mi
y desilusionarte al final.
Perdóname… por todas las veces que he llorado por tu amor.
Perdóname… como yo soy capaz de perdonarte.
Si me amas tanto, perdóname…
Perdóname… por amarte tanto.

martes, 23 de marzo de 2010

¡Los suspiros son aire y van al aire!

¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú a dónde va?


Gustavo Adolfo Bécquer

domingo, 21 de marzo de 2010

Mejor no quiero verte

Mejor no quiero verte... sería tan sencillo
cruzar dos o tres calles... Y tocar en tu puerta.
Y tú me mirarías con tus ojos sin brillo
sin poder sonreírme con tu sonrisa muerta.

Mejor no quiero verte... porque va a hacerme daño
pasar por aquel parque de la primera cita.
Y no sé si aún florecen los jazmines de antaño
ni sé quién es ahora la mujer más bonita.

Mejor no quiero verte... porque andando en tu acera
sentiré casi ajeno todo lo que fue mío.
Aunque es sólo una esquina donde nadie me espera
y unos cristales rotos en un balcón vacío.

Sí... seguiré muriendo de mi pequeña muerte
de hace ya tantos años el día que me fui
pues por no verte vieja... mejor no quiero verte,
pero tampoco quiero que me veas tu a mí.

Jose Angel Buesa

jueves, 18 de marzo de 2010

Poema de la despedida

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizás no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho...no sé si te amé poco
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mi...
pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti

Jose Angel Buesa

lunes, 15 de marzo de 2010

A Kempis

Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grande ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...,

huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!

Amado Nervo

viernes, 12 de marzo de 2010

Alma desnuda

Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera
Dice al inviemo que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.
Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
Con que la primavera nos envuelve.
Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice libad sobre las cosas.
Alma que ha de morir de una fragancia,
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega,
Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.
Alfonsina Storni

martes, 9 de marzo de 2010

Tus cinco toritos negros

Contra mis cinco sentíos,
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo, ..
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.

Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca,
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso las prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
las hizo sombra tu pelo.
y puse barreras duras
de zarzamora a mi cuerpo,
y saltó sobre las zarzas
el tuyo, torito negro.

¡Deja, que no quiero verte!
¡Déjame, que no te quiero!

Y luego monté mis ojos
sobre un caballo de miedo;
tus ojos me perseguían
como dos toritos negros.
y luego metí mis manos
bajo un embozo de fuego;
...tu pelo se me enredaba
igual que un torito negro.
y luego junté mi boca'
contra la cal de mi encierro;
...tu boca estaba acechando
igual que un torito negro.
y luego mordí mi almohada
para contener mi beso;
tu beso me corneaba
igual que un torito negro;
y luego arañé mi carne,
de tentación y deseo,
para que no gritara
que yo te estaba queriendo;
y tu cuerpo encandilado
mimbre, luna, bronce y fuego
se me plantó ante mis ojos
igual que un torito negro.

¡Deja, que no quiero verte!
¡Déjame, que no te quiero!

El aire del cuarto estaba
temblando con tu recuerdo.
Cien caballos en mis venas,
al galope por mi cuerpo;
y yo, jinete sin rienda,
luchando por contenerlos.
Cien herreros en mi boca,
trabajando con mis besos,
y yo queriendo ser fragua
para poder deshacerlos.

Cien voces en mi garganta
gritándome que te quiero,
y yo, ¡mentira infinita!,
gritando que no te quiero.
Salí a por aire al balcón...
me tropecé con el cielo;
aquel cielo quieto y hondo,
verde, blanco, azul y negro,
igual que el de aquella noche
de nuestro primer encuentro,
en que me hirieron al paso
tus cinco toritos negros.

Y me acordé de aquel aire
que jugaba con tu pelo
como un niño a quien le gustan
los caracolillos negros.

Y me acordé de aquel rayo
de luna, fino y torero,
que puso dos banderillas
de luz en tus ojos negros.

Y de aquel dolor de labios
que nos quedó de aquel beso,
y de aquel dolor de brazos,
y de aquel dolor de huesos
y de aquella caracola
de amor, que quedó por dentro
con un mar de amor dormido;
 ¡que te quiero!, ¡que te quiero!"
y se me escapó la voz..,;
grité: " ¡Te quiero!, ¡te quiero!"
Y ya no junté mi boca
contra la cal de mi encierro,
y ya no mordí mi almohada
para contener mi beso,
y ya no arañé mi carne
de tentación y deseo.
Pegué mi boca a tu boca,
junté mi beso a tu beso,
y otra vez aquel dolor
de cintura, brazo y huesos...
pensando en aquella noche
de nuestro primer encuentro.

¡Te quise siempre! ¡Te quise!
¡Te quiero siempre! ¡Te quiero!

Aunque no puedo quererte,
¡te quiero!.
Aunque no debo quererte,
¡te quiero!
Aunque en cunas de tu casa
se está meciendo un almendro
¡te quiero!

Aunque yo tengo dos lirios
que se me cuelgan del cuello,
¡te quiero!

y aunque ponga mis barreras
de zarzamora y sarmiento
para que nunca la salten
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.

¡Te quise siempre! ¡Te quise!
¡Te quiero siempre! ¡Te quiero!


Manuel Benitez Carrasco

martes, 16 de febrero de 2010

No te olvido

¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
Qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.

¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay! del corazón la fe?
Para mí los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
reinas que esclavas de la moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,
néctar manan sus labios de carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede compararse a ti.

A pesar de su grande poderío,
carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, ángel mío,
valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,
y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tus pies.

Con razón me consume negro hastío
desde que te hallas tú lejos de aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,
y siempre miro tu divina faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño,
y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,
y ávido de estudiar quiero leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi vida ser.

Late por ti mi corazón de fuego,
te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.

Antonio Plaza

domingo, 14 de febrero de 2010

Besos











Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible, llenaron sé de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso, y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos inventados por mí, para tu boca...

Gabriela Mistral

sábado, 13 de febrero de 2010

Poesía del amor imposible

Esta noche pasaste por mi camino
y me tembló en el alma no se que afán
pero yo estoy consciente de mi destino
que es mirarte de lejos y nada más

No, tu nunca dijiste que hay primavera
en las rosas ocultas de tu rosal.
Ni yo debo mirarte de otra manera
que mirarte de lejos y nada más

Y así pasas a veces tranquila y bella,
así como esta noche te vi pasar.
Más yo debo mirarte como una estrella
que se mira de lejos y nada más.

Y así pasan las rosas de cada día
dejando las raíces que no se van.
Y yo con mi secreta melancolía
de mirarte de lejos y nada más.

Y así seguirás siempre, siempre prohibida,
más allá de la muerte, si hay mas allá.
Porque en esa vida, si hay otra vida,
te mirare de lejos y nada más...

Jose Angel Buesa

jueves, 11 de febrero de 2010

Los Amantes

Donde quiera en las noches se abrirá una ventana
o una puerta cualquiera de una calle lejana.
No importa dónde o cuándo... puede ser dondequiera
ni menos en otoño, ni más en primavera.

Y hoy igual que mañana, mañana igual que ayer
un hombre enloquecido besará una mujer.
Tal vez nadie lo sepa... Como tal vez un día
todos irán sabiendo lo que nadie sabía.

Y para los amantes su amor desesperado
podrá ser un delito... pero nunca un pecado.
Por eso el amor pasa por las calles desiertas
y es como un viento loco que quiere abrir las puertas

Bien saben los amantes que hay caricias que son
no una simple caricia sino una posesión.
Y que un beso... uno solo puede más que el olvido
si se juntan dos bocas en un beso prohibido.

No, un gran amor no es grande por lo mucho que dura
si se parece a un árbol reseco en la llanura.
Y los amantes saben, que sin querer siquiera
hay un amor que crece como una enredadera

Es natural que el agua de un estanque sombrío
sueñe en sus largas noches con el viaje de un río.
Y si por algo es triste la lluvia que no llueve
será porque es la lluvia condenada a ser nieve.

Es natural que un día comprendan los amantes
que no hay nunca sin siempre... que no hay después sin antes.
Y así brota en el alma la rebelión de un sueño
que es como un perro arisco que le gruñe a su dueño.

El amor... esa estrella de una sombra infinita
aunque muera cien veces... cien veces resucita
Y suele ser un niño de manos milagrosas
que rompe las cadenas y hace nacer las rosas.

Ya no habrá días turbios... ya no habrá noches malas
si hay un amor secreto que nos presta sus alas.
Y el corazón renace con renovada fe
igual que los rosales... que no saben porqué.

Donde quiera en las noches, puede abrirse una puerta
pero... tan suavemente que nadie se despierta
Puede ser en otoño... puede ser en verano
tanto un amor tardío... como un amor temprano.

Una mujer... un hombre... y un oscuro aposento
y allá afuera en la calle... sigue pasando el viento.
Y si en la noche hay algo queriendo amanecer
es simplemente un hombre que besa a una mujer.

José Ángel Buesa

lunes, 8 de febrero de 2010

Poema Se Va Con Algo Mío...

Se va con algo mío la tarde que se aleja…
mi dolor de vivir es un dolor de amar,
y al son de la garúa, en la antigua calleja,
me invade un infinito deseo de llorar.
Que son cosas de niño me dices… ¡Quién me diera,
tener una perenne inconciencia infantil,
ser del reino del día y de la primavera,
del ruiseñor que canta y del alba de abril!
¡Ah, ser pueril, ser puro, ser canoro, ser suave
trino, perfume o canto, crepúsculo o aurora;
como la flor que aroma la vida… y no lo sabe,
como el astro que alumbra las noches… y lo ignora!

 Medardo Angel Silva


domingo, 17 de enero de 2010

Canción de la Noche Sola

                        I


Fue mía una noche. LLegó de repente,
y huyó como el viento, repentinamente.

Alumna curiosa que aprendió el placer,
fue mía una noche. No la he vuelto a ver.

Fue la noche sola de una sola estrella.
Si miro las nubes, después pienso en ella.

Mi amor no la busca; mi amor no la llama:
La flor desprendida no vuelve a la rama,

y las ilusiones son como un espejo
que cuando se empaña pierde su reflejo.


                      II


Fue mía una noche, locamente mía:
Me quema los labios su sed todavía.

Bella como pocas, nunca fue más bella
que soñando el sueño de la noche aquella.

Su amor de una noche sigue siendo mío:
La corriente pasa, pero queda el río;

y si ella es la estrella de una noche sola,
yo he sido en su playa la primera ola.


                            III

Amor de una noche que ignoró el hastío:
Somos las distantes orillas de un río,

entre las que cruza la corriente clara,
y el agua las une, pero las separa.

Amor de una noche: si vuelves un día,
ya no he de sentirte tan loca y tan mía.

Más que la tortura de una herida abierta,
mi amor ama el viento que cierra una puerta.

El amor florece tierra movediza,
y es ley de la llama trocarse en ceniza.

El amor que vuelve, siempre vuelve en vano,
así como un ciego que extiende la mano.

Amor de una noche: qué triste sería
matar el recuerdo de esa noche, un día!

Amor de una noche sin amanecer:
Acaso prefiero no volverte a ver !

Jose Angel Buesa

sábado, 16 de enero de 2010

Lied

Mi corazón se queda aunque mi amor se vaya ,
porque el recuerdo nace de un ansia de olvidar.
Tu amor tiene la tibia ternura de una playa;
mi amor es inestable como el viento y el mar.

Aunque mi amor se vaya no has de quedarte sola,
pues te dejo el reflejo de la luz que encendí:
Tu amor es una playa , mi amor es una ola,
y necesariamente yo he de volver a ti.

Jose Angel Buesa

viernes, 15 de enero de 2010

Mejor no quiero verte

Mejor no quiero verte...
sería tan sencillo cruzar dos o tres calles...
Y tocar en tu puerta.
Y tú me mirarías con tus ojos sin brillo
sin poder sonreírme con tu sonrisa muerta.

Mejor no quiero verte...
porque va a hacerme daño
pasar por aquel parque de la primera cita.
Y no sé si aún florecen los jazmines de antaño
ni sé quién es ahora la mujer más bonita.

Mejor no quiero verte...
porque andando en tu acera
sentiré casi ajeno todo lo que fue mío.
Aunque es sólo una esquina donde nadie me espera
y unos cristales rotos en un balcón vacío.

Sí... seguiré muriendo de mi pequeña muerte
de hace ya tantos años el día que me fui
pues por no verte vieja...
mejor no quiero verte,
pero tampoco quiero que me veas tu a mí.

Jose Angel Buesa

miércoles, 13 de enero de 2010

Romance del aquel hijo que no tuve contigo

Hubiera podido ser hermoso como un jacinto
con tus ojos y tu boca y tu piel color de trigo,
pero con un corazón grande y loco como el mío.
Hubiera podido ir, las tardes de los domingos,
de mi mano y de la tuya, con su traje de marino,
luciendo un ancla en el brazo y en la gorra un nombre antiguo.

Hubiera salido a ti en lo dulce y en lo vivo,
en lo abierto de la risa y en lo claro del instinto,
y a mí... tal vez que saliera en lo triste y en lo lírico,
y en esta torpe manera de verlo todo distinto.

¡Ay, qué cuarto con juguetes, amor, hubiera tenido!
Tres caballos, dos espadas,un carro verde de pino,
un tren con cuatro estaciones, un barco, un pájaro, un nido,
y cien soldados de plomo, de plata y oro vestidos.

¡Ay, qué cuarto con juguetes,amor, hubiera tenido!
¿Te acuerdas de aquella tarde,
bajo el verde de los pinos, que me dijiste:
¡Qué gloria cuando tengamos un hijo!
Y temblaba tu cintura como un palomo cautivo,
y nueve lunas de sombra brillaban en tu delirio.

Yo te escuchaba, distante, entre mis versos perdido,
pero sentí por la espalda correr un escalofrío...
Y repetí como un eco:

"¡Cuando tengamos un hijo!..."

Tú, entre sueños, ya cantabas nanas de sierra y tomillo,
e ibas lavando pañales por las orillas de un río.
Yo, arquitecto de ilusiones levantaba un equilibrio
una torre de esperanzas con un balcón de suspiros.

¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria cuando tengamos un hijo!

En tu cómoda de cedro nuestro ajuar se quedó frío,
entre azucena y manzana, entre romero y membrillo.
¡Qué pálidos los encajes, qué sin gracia los vestidos,
qué sin olor los pañuelos y qué sin sangre el cariño!

Tu velo blanco de novia, por tu olvido y por mi olvido,
fue un camino de Santiago, doloroso y amarillo.
Tú te has casado con otro, yo con otra hice lo mismo;
juramentos y palabras están secos y marchitos
en un antiguo almanaque sin sábados ni domingos.
Ahora bajas al paseo, rodeada de tus hijos
dando el brazo a... la levita que se pone tu marido.

Te llaman doña Manuela, llevas guantes y abanico,
y tres papadas te cortan en la garganta el suspiro.
Nos saludamos de lejos, como dos desconocidos;
tu marido sube y baja la chistera;
yo me inclino, y tú sonríes sin gana,
de un modo triste y ridículo.

Pero yo no me doy cuenta de que hemos envejecido,
porque te sigo queriendo igual o más que al principio.
Y te veo como entonces, con tu cintura de lirio,
un jazmín entre los dientes, de color como el del trigo
y aquella voz que decía:

"¡Cuando tengamos un hijo!..."

Y en esas tardes de lluvia,
cuando mueves los bolillos,
y yo paso por tu calle con mi pena y con mi libro
dices, temblando, entre dientes, arropada en los visillos:

"¡Ay, si yo con ese hombre hubiera tenido un hijo!...

Rafael de leon

lunes, 11 de enero de 2010

Pena y alegria del amor

Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.

Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.

¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría,
quererte como te quiero!

Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.

Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.

Ayer, en la Plaza Nueva,
—vida, no vuelvas a hacerlo—
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño,
y cómo lo besarías
—¡ay, Virgen de los Remedios!—
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!


Rafael de León